Escrito por: Félix Piñerúa Monasterio

 

La memoria ha sido vital en nuestro desarrollo evolutivo y supervivencia, recordar la estación, tiempo y lugar donde estaban los frutos maduros, los senderos y el momento por donde transitaban los animales de caza, el evento que llevaba a la muerte a uno de los congéneres, era fundamental para la vida y prolongación de la misma, así la memoria fue y es nuestro mayor asidero, ella es lo que somos.

La memoria no es una función en sí, sino un estado de las funciones cerebrales que se extiende a diferentes regiones del cerebro como lo son el hipocampo, el giro dentado, la corteza prefrontal y la amígdala, previa acción de nuestros órganos sensitivos, esta función, que lleva implícito un proceso de captación, almacenamiento, recuperación y olvido, penetra prácticamente todo nuestro comportamiento. La memoria se conforma en su interacción con el ambiente y las experiencias diarias que confluyen en nuestro proceso de aprendizaje.

Existen diferentes tipos de memoria empezando por la filogenética, si la de nuestra especie, innata o instintiva donde se registra la experiencia esencial para la supervivencia y adaptación de los humanos en su interacción con el medio ambiente, misma que es almacenada en nuestros genes. Una memoria a largo plazo donde se acumula información durante largos periodos de tiempo y que puede abarcar toda la vida, una memoria a corto plazo que nos permite retener una cantidad limitada de información durante un periodo corto de tiempo, entre ellas los neurocientíficos han encontrado una serie de actuaciones de la  memoria que ameritan clasificaciones aparte de la ya mencionada en relación al tiempo, entre ellas nombraremos la memoria inconsciente que no requiere atención al recuperarla y ejecutarla pues se realiza a través de automatismos como podría ser nadar, correr en bicicleta o hablar y la memoria autobiográfica que almacena experiencias pasadas, pensamientos, sentimientos, motivaciones y deseos, en pocas palabras lo que constituye lo que somos.

Producto de nuestro proceso de envejecimiento la memoria se ve afectada, primero la memoria a corto plazo y posteriormente de manera progresiva, la memoria a largo plazo, no obstante, está perdida de memoria, tenemos consciencia de ello y esto nos preocupa y a veces nos avergüenza, sin embargo, hay situaciones en las que esta pérdida de memoria pasa inadvertida y sin preocupación, pues me olvide que olvide y esto si constituye un síntoma precoz de deterioro neurodegenerativo, mismo que se manifiesta en principio con el olvido de objetos o tareas y, más adelante, por no recordar cuestiones como donde vives,  su filiación, e incluso la propia imagen, así nos vamos desvaneciendo y a medida que desaparece la memoria autobiográfica vamos desapareciendo con ella.

Este proceso neuro patológico de pérdida de memoria tiene que ver con una clara alteración en los sistemas de neurotransmisión, especialmente el de la acetilcolina (ACh), un neurotransmisor crucial en la plasticidad sináptica y en el envejecimiento cerebral, en donde se va produciendo una disminución de la función colinérgica que puede alcanzar hasta un 90% de este sistema.

Como hemos dicho la persona no tiene consciencia de su olvido, por lo que son los las personas cercanas las llamadas a estar atentas a situaciones como estas y reportarlo al médico de cabecera. Siempre la acción temprana es la mejor medida preventiva.