Escrito por: Félix Piñerúa Monasterio

Se me hace muy difícil olvidar que soy antropólogo, por lo que en esta oportunidad les traigo un artículo donde se relaciona la psicología con la antropología, y es el de las plantas de poder, llamadas en la sociedad occidental moderna, drogas, y de las que luego desarrollaremos un artículo relacionado, como es el tema de las adicciones. De momento permítanme presentarles el campo de la etnobotánica medicinal, encargado de estudiar las denominadas plantas sagradas o plantas de poder, que forman parte de la farmacopea humana desde sus inicios, en Suramérica se encuentran principalmente en las cuencas del Amazonas y sus afluentes, abarcando países como Venezuela, Ecuador, Colombia, Brasil y Perú.

Es a través de estas plantas de poder que el indígena aborda los estados no ordinarios de conciencia, sabiendo así aprovechar este pequeño grupo de plantas que le permiten acceder a un determinado conocimiento, a una determinada gama de experiencias que, por sus características, pueden ser denominadas como estados visionarios o alterados. Para todos estos grupos de tradición chamánica las plantas de poder son «espíritus», capaces de abrirnos las puertas a un conocimiento vedado al hombre común. Y para nosotros son plantas con substancias químicas, con estructuras moleculares definidas responsables de los principios alucinógenos que poseen. La mayoría de estas substancias pertenecen a compuestos químicos denominados «Alcaloides», productos metabólicos nitrogenados de plantas que tienen propiedades alcalinas. Pero lo más importante a tener en consideración, es que la estructura química de los principales alucinógenos se encuentra íntimamente relacionada con substancias que se encuentran en nuestro cerebro de forma natural, más específicamente con los «Neurotransmisores», que son las substancias que permiten la interconexión entre las neuronas y a través de ellas de todo el sistema nervioso central. Así podríamos citar como ejemplo de ello a la Psilocibina y la Mezcalina que guardan su semejanza estructural con neurotransmisores como la Dopamina, involucrada en el placer y la euforia, y la Noradrenalina, involucrada en las conductas de desafío, lucha o huida.

Como hemos venido mencionando estas sustancias pueden alterar el funcionamiento de nuestro cerebro y sus contenidos psíquicos, esto en función del enorme parecido con sustancias reconocidas en la fisiología del sistema nervioso central, de alguna manera podría decirse que se «hacen colar por…» para así poder pasar desapercibidas y ejercer su influencia, pues nuestra fisiología es en realidad un enorme laboratorio de síntesis de sustancias bioquímicas, entre ellas las sustancias psicoactivas, de no ser así no podríamos explicar cómo receptores altamente específicos reciben sin el menor indicio de desconocimiento a estas substancias, sencillamente nuestro organismo las reconoce como propias.

Evidentemente aquí la etnobotánica medicinal empieza a bordear la frontera de otra ciencia diagonal, la Etnopsicología, misma que combina los métodos de la psicología con los de la antropología cultural para estudiar las características psicológicas colectivas de los grupos y de las sociedades humanas. Así, tenemos que la etnopsicología se refiera a la forma de actuación, creencias, valores, variables de personalidad y todos aquellos factores psicológicos que explican las semejanzas y diferencias de las personas, debido a la cultura. También orienta su interés hacia las formas ancestrales y tradicionales de prácticas psicoterapéuticas como el chamanismo, entre otras. De manera tal que estudia la tendencia natural del hombre de experimentar diferentes formas de conciencia, puesto que el 90% de las culturas presentan alteraciones rituales de la conciencia. Ofreciendo un modelo interpretativo amplio, abierto, complejo y articulado.

Debo mencionar que en estas culturas tradicionales el consumo de drogas produce sensaciones de placer y bienestar, con un efecto inicial de euforia, que luego y bajo la supervisión del chaman, se suministran las dosis adecuadas y se consumen en el momento culturalmente señalado para tal fin, así se realiza el ritual de consumo,  bajo la mirada del chaman y del resto del grupo. Esto se convierte en una experiencia integradora al patrón cultural en el cual viven, entrando así en contacto con el mundo de los dioses y reafirmando su cosmovisión, a diferencia de la sociedad moderna donde el individuo que consume termina siendo consumido por la droga misma, desintegrándolo en su personalidad, pero esto lo abordaremos como mencionamos al principio en otro artículo.