Escrito por: Mapi Gil

Elisa, después de una intensa semana de trabajo en la oficina, como todos los sábados, se levantó a las 6 am.

Mientras tomaba jugo de naranja, preparó el desayuno, tratando de no hacer ruido para no despertar a los durmientes, sus tres hijos se levantaban a horas diferentes.

– Pobres, se levantan tan temprano en la semana- pensaba…

A la carta, huevos revueltos, tostadas, café, leche, cereales, frutas amarillas, rojas, naranjas, parecían flotar dentro del transparente recipiente, sobre un mantel verde pistacho, donde resaltan vibrantes margaritas y las servilletas contrastando con la vajilla amarilla.

A las 7,  ofreció el desayuno para su marido, una puesta en escena digna de un restaurant gourmet.

Después de acompañarlo, Elisa se duchó apresuradamente, agua, jabón, y champú cumplieron su función.

Abrió dos puertas del armario, que mantiene impecablemente ordenado, a pesar de encontrar a menudo el caos del otro, corbatas con   medias, medias con camisas …

Deportivamente vestida, recogió   su larga cabellera,  la imagen del espejo subió el volumen, una vez más, de aquella voz interior:

-Pasadita de kilos, debes arreglarte el cabello y depilarte.

En su bolso XL,  colocó lo que necesitaba, imprescindibles las llaves, la última vez que las olvidó, a pesar de fundir su dedo en  el timbre, ninguno de sus bellos durmientes lo escucho.

– De nuevo al supermercado -ufff!- se dijo en voz alta, sin poder disponer de su auto, pues su pareja lo necesitaba a primera hora.

– ¡Vamos! no te quejes- De nuevo la voz…

Recorrió   pasillo por pasillo, buscando ofertas.

Mientras revisaba la lista de la compra, pensaba:

-Olvidé  llamar a mamá, cuando llegue, sin falta, reviso los presupuestos para la reparación del calentador, esperare que los chichos se despierten para retirar la ropa sucia para el lavado, en la tarde debo ayudar a Raquel con sus tareas para el lunes…-  jjjj… Un suspiro se escapa de sus ahogadas profundidades…

– ¡Ey! Cuidadooooo- dijo aquel  malhumorado con el que tropezó, un llamado de atención que la hizo volver al pasillo 7.

En la caja, organizó la compra, primero lo más pesado, 3 k. de patatas, 2 de cebollas, 1 k. de mandarinas, 1 K. azúcar, 1 l. de leche, charcutería, por ultimo los vegetales y los frágiles huevos.

Así va distribuyendo el peso en la primera bolsa, la segunda, la tercera…

Colocó una en cada hombro, la tercera en una mano, quedando la otra libre para poder atender la llamada ante cualquier imprevisto…

Tres largas cuadras  separan el super de su residencia, -Mami lo hacía y vivía más lejos- de nuevo la insistente voz…

Cual Sísifo, con su pesada roca montaña arriba,   camina lentamente, sin conciencia de la fatiga, el dolor de espaldas y el aturdimiento que la acompañaba,  tratando de equilibrar el peso en sus hombros y alternando la tercera y pesada bolsa de una mano a la otra.

Sin conciencia de lo que lleva a cuestas rompe en llanto, al tiempo que atiende una llamada telefónica:

– No puedo con tanto… y no tengo ayuda!!!

Desconcertada escuchó la respuesta de su marido:

-“Me lo podrías haber pedido”

 

Aquel sábado Elisa colapsó, por primera vez tomo realmente  conciencia  de un malestar que la movió a buscar ayuda terapéutica, donde pudo visibilizar  y ponerle nombre : La carga mental femenina y sus consecuencias.

Vivir una cotidianidad que conduce a colapsar mental y físicamente sin tomar en cuenta las señales de alarma, es la realidad de muchas mujeres, para comprender cómo se llega a estos extremos necesitamos saber:

¿Qué es la carga mental?

Término que  se utilizaba en el ambiente laboral, pero fue popularizado en el ámbito doméstico por Emma Clit, bloguera y humorista,  en Mayo de 2017,  su viralizado cómic Me lo podrías haber pedido”, se refiere a un gran número de mujeres que se encargan de  planificar, coordinar y decidir,  en el ámbito del hogar y de pareja, sin compartir o repartir estas responsabilidades.

“Es el acto de estar pendiente de todo. Es la carga que supone ser el único responsable final, tener nuestro cerebro constantemente ocupado en que no se te olvide nada, prever, organizar y gestionar las tareas habituales alrededor de la casa y de la familia,  es decir, ser la project manager de tu hogar, y serlo a coste cero.” Samanta Villar

La carga mental tiene que ver con el “Pensar acerca” a diferencia del “hacer”, que aunque cada vez es más compartido en pareja, en un alto porcentaje  de mujeres, como le ocurría a Elisa,  “pensar y hacer” en el ámbito doméstico, van de la mano y potencian el “Síndrome de la mujer agotada”

Es importante destacar que la carga mental y su intensidad, si bien está determinada por las desigualdades de género en el reparto de roles, también está influida por factores: internos (historia personal, creencias) y externos, como la sociedad a la que se pertenece, la cultura, religión, nivel económico, educación y acceso  al sistema de salud.

Desde la Psicoterapia con perspectiva de género partimos de que en la vida cotidiana todos podemos tener sobrecargas mentales, también es un motivo de consulta de los hombres, pero según serios estudios,  y la propia experiencia en consulta, las causas, formas de afrontamiento y consecuencias son diferentes a las de las mujeres, por esto  es importante no generalizar y tratar cada caso en particular, por ejemplo, la carga mental no se vive de igual forma en una persona que vive sola que por otra que vive en pareja.

¿Cuáles son las causas?

  • Mandatos culturales, como ser “una mujer de su casa”, “complace”, “se fuerte”.
  • Estereotipos y roles de género como “la madre cuidadora” y “el padre proveedor”.
  • Sobreexigencia interna y/o externa en el ámbito laboral y privado.
  • Creencias que afectan la autoestima y el autoconcepto, asumir que mientras mejor representamos el estereotipo de la “Multitastking” o “Superwomen” seremos más queridas y  valoradas por nuestro entorno.

¿Cuáles son sus consecuencias?

  • Estrés, depresión, ansiedad, trastornos alimentarios y del sueño entre otros
  • Fatiga, contracturas y dolores musculares
  • Desconexión del cuerpo y por lo tanto de las propias necesidades
  • Conflictos en las relaciones (pareja, hijos, laborales)
  • Perder o postergar los espacios propios para el autocuidado, descanso,  socialización, crecimiento personal  y el ocio.

¿Cómo soltamos y/o compartimos la carga?

Lo primero es darse cuenta, como lo hizo Elisa, que su colapso de aquel sábado fue el producto de la más pesada de sus cargas: “La carga mental”, que se tradujo en el abuso de sus capacidades psíquicas y físicas.

Por ser una dinámica atravesada por diferentes factores, es aconsejable buscar ayuda profesional para transformar la carga en la capacidad de:

A nivel intrapersonal:

  • Identificar formas de funcionar y hábitos tóxicos, como dificultades para reconocer y aceptar las desigualdades en la relación, aceptar la propia vulnerabilidad y solicitar ayuda, la culpa, el perfeccionismo y/o la necesidad de control.
  • Identificar las voces internas y su propósito
  • Fortalecer el autoconcepto y la autoestima

A nivel interpersonal:

  • Fortalecer la comunicación
  • Establecer límites
  • Negociar corresponsabilidades, aprendiendo a identificar si el otro está realmente dispuesto, ceder el “poder”, asociado sobre todo, a la creencias como:  “nadie lo hace como yo”, “Para que, si no lo va hacer”.
  • Tomar decisiones consensuadas en cuanto a la gerencia del hogar y la crianza, revisar y redefinir cada vez que sea necesario.

Equilibrar la carga mental en una pareja, es una forma de contribuir al bienestar, que  implica el compromiso de cambio de cada uno, respetando la forma de funcionar del otro, es una oportunidad para crecer individualmente y cuidar la relación.

“La carga compartida pesa menos” Elisa