Escrito por: Félix Piñerúa Monasterio
Antaño se pensaba que la muerte de células cerebrales era un hecho definitivo e irreparable. Sin embargo, gracias al avance de las neurociencias conocemos que tenemos alternativas de recuperación.
Hoy sabemos que nuestro sistema nervioso tiene la capacidad de cambiar su estructura y su funcionamiento, como reacción a los cambios y diversidad de su entorno, es lo que conocemos como plasticidad cerebral.
La Neuroplasticidad permite a las neuronas regenerarse tanto anatómica como funcionalmente y formar nuevas conexiones sinápticas. Este potencial adaptativo del sistema nervioso permite al cerebro reponerse a trastornos o lesiones, y puede reducir los efectos de alteraciones estructurales producidas por patologías que afectan directamente al sistema nervioso como la esclerosis múltiple, enfermedad de Parkinson, deterioro cognitivo, enfermedad de Alzheimer, dislexia, TDAH, insomnio adulto, insomnio infantil, etc.
Por otra parte, está la neurogénesis, que hace referencia al nacimiento y proliferación de nuevas neuronas en el cerebro. Esto sucede cuando las células madre, que se encuentran en el giro dentado, el hipocampo y, posiblemente, en la corteza prefrontal, se divide en dos células: una célula madre y una célula que se convertirá en una neurona totalmente equipada, con axones y dendritas. Luego, estas nuevas neuronas migran a diferentes áreas del cerebro, donde son requeridas, permitiendo de esta forma que el cerebro mantenga su capacidad de recuperación neuronal.
Estas capacidades del cerebro le dan a la neurorrehabilitación, entendida como un proceso dirigido a restituir, minimizar o compensar en lo posible los déficits funcionales, aparecidos en la persona afectada por una discapacidad, como consecuencia de una lesión del sistema nervioso central (SNC). Esto hace que la neurorrehabilitación cobre un significado pleno y esperanzador para la persona afectada, que podrá recuperar cierta calidad de vida y porque no, retomar o encontrar un nuevo sentido para su existencia, coherente con sus nuevas circunstancias.
En este articulo pondremos nuestra atención en el Daño Cerebral Adquirido (DCA), el mismo que es causado por un agente externo o interno al SNC.
En el DCA puede producirse una alteración o disminución de la conciencia, que puede conllevar a la alteración de las capacidades sensoriales, físicas, cognitivas, emocionales y conductuales. Sus causas las podemos encontrar en: traumatismos craneoencefálicos, accidentes cerebrovasculares (trombosis, embolias, hemorragias y aneurisma cerebrales), tumores cerebrales, anoxias y enfermedades infecciosas entre otras.
Los trastornos remanentes pueden ser variados y en relación a múltiples factores, como el tipo de lesión, localización y extensión de la misma. Por lo que la intensidad y gravedad del daño, así como su localización definirán el tipo de disfunciones con las que se enfrentará la persona afectada.
Los cambios físicos son los más evidentes, sin embargo, las alteraciones cognitivas y conductuales son las más frecuentes, las mismas que persisten y afectan, no sólo al individuo sino también a la familia y resto de su entorno.
A grosso modo podemos hablar de dos categorías de lesiones, las lesiones difusas, causadas por las fuerzas de aceleración, desaceleración y rotación de los traumatismos craneoencefálicos, causando cuadros clínicos caracterizados por déficit de atención y concentración, alteraciones de memoria, enlentecimiento en el procesamiento de la información y alteraciones en las capacidades de razonamiento y abstracción, y las lesiones focales, provocadas por un ACV o tumores, y pueden producir déficits en funciones determinadas, permitiendo el funcionamiento normalizado de las demás funciones cognitivas, esto va a dependen de la localización del daño y del alcance de la lesión.
Las lesiones cerebrales traen consigo en muchas oportunidades alteraciones emocionales y comportamentales, esto cuando se ven afectadas las estructuras cerebrales implicadas en la modulación y el control de estas funciones.
En el DCA, los trastornos emocionales y conductuales se pueden observar en dos patrones conductuales diferenciados. Por un lado, desinhibición, euforia y falta del control conductual, y, por otro lado, apatía, falta de conducta autoiniciada, indiferencia y desinterés hacia sí mismo y su entorno. Estas alteraciones están relacionadas con las lesiones prefrontales y se conoce como Síndrome orgánico de la personalidad.
Evidentemente ante esta complejidad es importante que el neuropsicólogo, realice una buena evaluación, que le permita un diagnóstico fidedigno, para poder realizar adecuadamente la intervención terapéutica, que incluye planificación, aplicación y supervisión de las actividades de rehabilitación, así como psicoterapia individual y de familia.