Escrito por: Félix Piñerúa Monasterio
En ocasiones se dificulta entender lo que nos puede estar pasando porque no se logra identificar con precisión el origen o causa del malestar, se sienten distintas manifestaciones corporales, emocionales y cognitivas, confundiéndose entre ellas. Por eso se puede definir la Ansiedad como un estado de malestar emocional y aprehensión, con síntomas subjetivos y objetivos derivados de la hiperactividad del sistema noradrenérgico, que puede desencadenarse ante una amenaza potencial real o imaginaria. Así tenemos una Ansiedad Normal que trascurre de manera ocasional, esta depende de un estímulo identificable y su manifestación es proporcional a este, sin afectar el rendimiento. Por otro lado, tenemos la Ansiedad Patológica que es un malestar interior que se acompaña de pensamientos de temor, inquietud o anticipación de daños imaginados y no necesita la aparición de un estímulo externo para provocar dicho estado. Este tipo de ansiedad si afecta al rendimiento ya que disminuye la calidad de vida, genera agotamiento, reduce las funciones cognitivas, empeora los cuadros depresivos y eleva los riesgos de suicidio.
Dentro de las formas clínicas de la ansiedad tenemos la agorafobia, trastornos de ansiedad debido a una enfermedad, mutismo selectivo, trastorno de ansiedad por separación, trastorno de ansiedad social, fobias específicas, trastornos de ansiedad inducidos por sustancia, trastorno de ansiedad generalizada y trastornos de pánico, vamos a describir estos dos últimos, pues a nuestro entender manifiestan de forma general los síntomas de todas las anteriores. Ansiedad Generalizada, que no se limita a determinadas circunstancia, pues se presenta como una “Angustia Flotante”, con síntomas variados, como nerviosismo, temblor o tensión muscular, mareos, palpitaciones, vértigos o molestias digestivas, así como un temor a que algo malo puede ocurrirle a la persona o a una persona próxima, también puede ir acompañada de incapacidad para relajarse, problemas para conciliar el sueño, o sueño superficial y poco reparador, sequedad de la boca, cefaleas, dificultad para concentrarse, irritabilidad, preocupación excesiva.
Pero la ansiedad también puede presentarse de una forma más abrupta y tal vez más preocupante y desconcertante, como es el caso del Trastorno de Angustia o Ataque de Pánico, que es de aparición súbita y con síntomas de aprensión, terror o miedo pavoroso y sensación de muerte inminente. Sensación de falta de aire, palpitaciones, opresión precordial, miedo a volverse loco o a caerse, perder el control o sufrir un infarto.
El umbral máximo, en el ataque de pánico, se alcanza en los primeros 10 minutos con temblores, nauseas o molestias abdominales, sudoración, sensación de inestabilidad, mareo, aturdimiento, escalofríos, sofocos, sensación de desrealización o despersonalización. Es más paroxística y más intermitente. En la mitad de los casos aparecen síntomas depresivos, consumo de alcohol, drogas o medicación, incremento del riesgo suicida.
Como podemos notar la ansiedad no es cualquier cosa, no es un sustico que se pasa con solo respirar hondo y relajarte, es una situación que debe ser tratada adecuadamente y que para ello se necesita ayuda psicoterapéutica y médica, pues hay casos en que debe ser medicada mientras se revierten los síntomas y se busca reestablecer el equilibrio.