Escrito por: Mapi Gil
Pasas el primer umbral, mirando al futuro posible.
Tras esa puerta queda una historia pintada con colores que hasta ayer brillaban…
Amarillo… Azul… Rojo…
y sus hijos, naranjas, verdes y violetas, ahora, todos sepias…
Tras la puerta quedan polifonías de paisajes y espacios hechos a mano, sabores a esfuerzo y cariño, aromas con ternura de niño, aventuras de adolescencia y expectativas de una madurez cosechando certezas.
Pasas el primer umbral, con el consuelo de llevar en tu pequeño equipaje, lo más grande, tus afectos.
Caminas entre fuerzas contrarias, por momentos te tambaleas, el miedo, como viento atormentado de invierno, te hiela las ganas, cortante, te empuja hacia atrás, te frena y sin embargo logras vencerlo. Avanzas lento, con el impulso de la promesa del porvenir.
Invocas mantos protectores mientras tratas de arrancar tus raíces, entramadas piel adentro, es como romper el pecho con las manos para sacar el corazón latiendo, necesitas llevarlas contigo.
Avanzas, pisando temores y abrazando sueños, entre lo amado y lo anhelado, entre pérdidas e ilusiones, entre nostalgia y esperanza, resistir o entregarte a esta muerte, que gesta la luz del alba…
Avanzas, dibujando el desarraigo, con el llanto hecho latidos, entre el que se queda y la expectativa de quien te recibirá…
Y cuando llegas, te aproximas al nuevo umbral, lo contemplas, a veces tan pequeño que no podrás pasar erguido o tan grande que no tendrás fuerzas para abrir la puerta, gigante, pesada, maciza, pero…
Imaginas ver detrás la tez del sol…
Y te atreves, confiando en experiencias pasadas.
Si del otro lado te encontraras una velada noche, nada impedirá que el nuevo día la despida.
Y escuchas el mantra de tu viaje:
“Aposté por un futuro mejor”
Así se inician los viajes de emigrantes, hecho inmanente a la humanidad de todos los tiempos, movidos por el instinto de mantenerse a salvo, la necesidad de mejorar, conocer y experimentar nuevas vivencias.
Emigrar comienza perdiendo, el duelo es múltiple, familia, amigos, estatus, sentido de pertenencia, cultura, la tierra madre!!!
Y…
Sueñas con la tierra que te prometiste…
Emigrar es atravesar constantemente umbrales…
entre dos países,
entre dos culturas,
entre emociones encontradas,
entre lo dejado y lo que tendrás a cambio,
Es moverse entre el duelo y la integración.
El duelo migratorio, cómo se afronta y cuánto dura, le pertenece a cada uno, es un proceso influido por la personalidad, edad, país de origen y destino, condiciones socio-económicas, apoyo familiar, social, espiritual y psicológico, entre otros factores que determinaran la resolución, o que se convierta en un duelo silente o postergado.
Atravesar el umbral del duelo, elaborarlo, es viajar hacia dentro, identificar emociones, sentirlas para escuchar su mensaje, dejar morir apegos y comparaciones, para renacer en tus capacidades y nuevas habilidades para el cambio.
Sentir, adaptarte, agradecer e integrar fuera y dentro, es darte cuenta que puedes volver a colorear tu vida con la conocida paleta, sumándole tonalidades que ahora descubres; idiomas, costumbres, oportunidades, otras maneras de relacionarte con tus seres queridos, mientras cultivas nuevos afectos.
Y…
Cuando suspiras y percibes que donde quiera que estés, tus tradiciones reviven, tus raíces alimentan tu esencia profunda y a la vez una nueva tierra te da cobijo y sustento…
Continúas atravesando umbrales, ahora, orgulloso de tu origen y respirando el arraigo naciente…