Escrito por: Félix Piñerúa Monasterio

Antes de meterme con los dioses griegos o para ser más preciso con las diosas olímpicas. Es importante aproximarnos al mundo de los arquetipos a través de dos arquetipos fundamentales en la psicología de C. G. Jung como lo son Anima y Animus, representaciones inconscientes de las cualidades opuestas y complementarias de nuestro género, en tal sentido Jung identifico como Anima a las cualidades femeninas de la psique del hombre y Animus a los aspectos masculinos de la psique de la mujer. Estos arquetipos influyen en cómo nos aproximamos y relacionamos con el sexo opuesto y con nuestro propio sexo, como definimos nuestras relaciones amorosas y como nos conectamos con nuestra sombra y con nuestra persona o mascara.

La integración de estos opuestos complementarios es fundamental para lograr la unidad última de la personalidad, el Self, el centro que ordena y unifica toda la psique (consciente e inconsciente). Cuando estos opuestos, Anima y Animus, no están integrados, surgen problemas diversos como podrían ser ansiedad, depresión, falta de orientación y aislamiento.

Para integrar y equilibrar Anima y Animus, es importante y necesario conocer, reconocer y aceptar los aspectos relacionados con estos opuestos que habitan en ti. En el caso del hombre implica aceptar e integrar armónicamente sus aspectos femeninos o Anima, para ello ofrecemos una aproximación que se sustenta en el mensaje arquetípico que nos trasmiten los mitos, en este caso como ya mencionamos los mitos griegos.

En nuestra aproximación están las seis diosas olímpicas griegas que nos ayudan a ilustrar y comprender las energías potenciales femeninas que influyen en el hombre desde el inconsciente.  Su efecto sobre el hombre puede ser sutil, y hasta oculto, pero no menos profundo que el de sus arquetipos masculinos.

Ahora conozcamos estas diosas y como nos acompañan en nuestro desarrollo psíquico y comportamental, así traemos a escena a Afrodita, la diosa del amor apasionado, la belleza y la sensualidad, el apasionamiento sexual y el éxtasis erótico, conmueve al hombre y le inunda de anhelo amoroso. El hombre se siente arrastrado por la energía arquetípica que la diosa simboliza para buscar la unión con la amada.  Si el hombre es particularmente inconsciente de la presencia arquetipal de Afrodita, la diosa se manifestará en el nivel más bajo, explícito e intensamente libidinoso. En el nivel más alto, utilizara su poder para impulsarle a la unión sublime con la Divinidad creadora. Si el hombre niega esa energía interior ésta le atormentará profundamente, manifestándosele con obsesiones sexuales, ansiedad o depresión. Para algunos hombres Afrodita representa el arquetipo psicológico más importante y hasta cierto punto todos los hombres gravitan hacia el mundo de lo femenino.

Esposa abnegada de Zeus, Hera era la diosa del compromiso, el matrimonio y la familia. Aunque siempre fue fiel, Hera era famosa por su naturaleza celosa y vengativa, principalmente dirigida contra las amantes de Zeus, que eran muchas, por cierto, y sus hijos ilegítimos. Esta diosa representa el arquetipo que defiende, conserva y protege todas las instituciones sociales y que presta coherencia al orden social y que abarca y perpetúa los más altos valores sociales.

Un hombre en el cual prevalece Hera se sentirá atraído por el orden social y su preservación. La institución del matrimonio será importante para él debido a los valores que alimenta y protege, aunque se dé el caso de que su relación actual con su esposa pueda tener poca intimidad y profundidad.

Otra diosa que nos puede espectar es Artemisa, la diosa de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos, las doncellas, que traía y aliviaba las enfermedades de las mujeres. Hija de Zeus y Leto y hermana melliza de Apolo.

Los hombres en quien predomina Artemisa son constantes y dignos de confianza en sus relaciones, aunque algo distantes. El área especial de su relación no es el mundo de la sexualidad y el deseo, sino un firme y duradero compañero.

Tambien puede acompañarnos Deméter, hija de Cronos y Rea, hermana de Zeus, Poseidón, Hades, Hera y Hestia, diosa de la agricultura, nutricia pura de la tierra verde y joven, ciclo vivificador de la vida y la muerte. Su provincia tambien es el amor, aunque para los niños más que para los amantes. En un hombre en el que Deméter es una poderosa influencia sentirá una inclinación hacia los niños, será un padre amante y fiel, protegerá y alimentará a todos los seres jóvenes y desvalidos.

Hestia, personificaba el fuego del hogar. Llevaba una vida agradable, sencilla y casi invisible, apenas salía del Olimpo, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los seres humanos. En un hombre la diosa personifica ese instinto que le retira del mundo y que le inclina a procurar seguridad y comodidad a los sentimientos y al hogar. Encuentra satisfacción disfrutando de los placeres sencillos.

Para finalizar está Atenea, diosa de la guerra inteligente y ordenada. Además, era la diosa de la civilización, la sabiduría y el consejo prudente, la razón, la inteligencia, la estrategia, la victoria, las ciencias, el conocimiento, la artesanía, la industria, los inventos, las artes, los oficios, la navegación, los héroes, la fuerza, el valor, la protección, la educación, la justicia, la ley, el estado y la habilidad. En un hombre, Atenea personifica la capacidad de vivir con más grandeza de lo que es usual; tenderá a ser heroico, tendrá inventiva y se inclinará por los logros culturales.

Evidentemente el tema de la feminidad y el Anima en el hombre es mucho más complejo que lo expuesto, aquí tan solo ofrecemos imágenes arquetípales, energías que habitan el inconsciente de todo ser humano, cuya importancia reside en poder aceptarlas e integrarlas a nivel consciente, de modo que esta unión de opuestos va estructurando la construcción del Self.