Escrito por: Félix Piñerúa Monasterio
Los mitos no son cuentos, son profundas reflexiones sobre la esencia del ser humano, su diversidad emocional y comportamental, así se nos muestra, cual espejo, reflejos de nuestra personalidad, tal es el caso de Peter Pan, perdón, creo que me confundí con el personaje de Disney, bueno, ustedes me dirán y aprovecho la oportunidad de presentarles a Yaco o Lacchus, el niño dios, quien representa al puer aeternus, un dios de la vida, la muerte y la resurrección, el dios de la divina y eterna juventud, con referente en dioses orientales como Tammuz, Attis y Adonis.
Esta imagen arquetipal de Yaco, salida de nuestras vivencias tempranas, puede designar cierto tipo de hombre o a todos los hombres antes de los veinticinco años, que tienen un destacado complejo materno y por tanto una serie de comportamientos normales en jóvenes de dieciséis hasta veinticuatro años y que puede prolongarse en la vida adulta, acompañada en muchos casos de una dependencia excesiva de la madre. En pocas palabras es un adulto cuya vida emocional se ha mantenido en un nivel adolescente y de ahí su similitud con Peter Pan, de hecho, tambien es conocido en psicología como el síndrome de Peter Pan.
Al respecto C. G. Jung tipifica las perturbaciones con un destacado complejo materno, donde hay un anhelo eterno de la mujer maternal.
El puer aeternus generalmente experimenta grandes dificultades para adaptarse a la situación social, sintiéndose especiales, en ellos surge una actitud arrogante hacia otras personas, debido tanto a un complejo de inferioridad como a falsos sentimientos de superioridad. A menudo lleva una vida provisional debido al temor de ser atrapado en una situación de la que no sea posible escapar. Tales personas suelen tener dificultades para encontrar el tipo adecuado de trabajo. A menudo este comportamiento va acompañado, en mayor o menor grado, de un complejo de salvador o mesías. Esto puede llevar a una típica megalomanía.
Este púber eterno anhela independencia y libertad, se opone a los limites impuestos y encuentra intolerable cualquier restricción.
Una fascinación por deportes peligrosos, especialmente el vuelo y el alpinismo, dirigido a alcanzar lo más alto posible; ello simboliza el escapar de la madre: de la tierra, de la vida ordinaria. Cuando el complejo está muy pronunciado, muchos de estos hombres mueren a temprana edad en accidentes.
A los puer aeternus no le gustan los deportes que exigen paciencia o un largo aprendizaje, suelen ser de naturaleza muy impaciente. Lo único que rechazan absolutamente es asumir responsabilidad por algo o tener que cargar con el peso de una situación. Suelen tener temas interesantes de que hablar y producen un efecto estimulante sobre el oyente; no les gustan las situaciones convencionales; formulan preguntas profundas y van directamente por la “verdad”; generalmente buscan una religión genuina, aunque sabemos que todas lo son para sus creyentes. El encanto juvenil del puer aeternus suele prolongarse a las etapas posteriores de la vida.
Hay otro tipo de puer aeternus en el que no se aprecia el encanto de la eterna juventud y a través del cual no brilla el arquetipo de la juventud divina. Por el contrario, vive en un continuo aturdimiento somnoliente e indisciplinado que se limita a ir vagando por ahí, con su mente deambulando de un lado a otro. Pero el aturdimiento soñoliente es sólo un aspecto externo, y si conseguimos atravesarlo encontramos una prolífica fantasía que guarda en su interior y no es dado a compartirla.
En el análisis de un puer aeternus se llega tarde o temprano al problema del trabajo. Sólo cuando el ego se ha fortalecido suficientemente puede superarse el problema y se da la posibilidad de empeñarse en el trabajo, pues todo trabajo, incluido el trabajo creativo, contiene cierta cantidad de rutina aburrida, que es donde el puer aeternus huye. La influencia de este arquetipo puede ser fuente de creatividad y energía vital, aunque tambien puede ser fuente de estancamiento emocional y falta de madurez.
Como podemos notar el puer aeternus es egocéntrico, muestra necesidad de afecto, poca tolerancia a la frustración, falta de capacidad para responsabilizarse, tomar decisiones, establecer relaciones sanas y poca capacidad de autocrítica. Por ello sufren de elevados niveles de ansiedad y depresión, así como de baja autoestima.
Y puede el Yaco o Lacchus de la mitología griega, el Peter Pan del cuento, en definitiva el puer aeternus ¿romper el hechizo y crecer?, pues sí. Para ello el primer paso es empezar a reconocer la realidad y sus dificultades, tomar conciencia de cómo su incapacidad para reconocer sus obligaciones y las consecuencias de sus actos está mermando su bienestar y el de las personas que le rodean. Esto hace que su proceso psicoterapéutico deba estar orientado a modificar ideas o creencias que provocan sus conductas, debe recibir entrenamiento para comenzar a tomar decisiones, así como para resolver los problemas que se le presentan de forma ordenada y eficaz, mejorando su tolerancia a las frustraciones y su autoestima.